SAYAGO
Un matrimonio de Mámoles denuncia el robo de un rebaño de cabras de su propiedad
Edelio Fontanillos y su esposa, ambos de avanzada edad, perdieron los animales de raza granadina a principios de mes y desde entonces andan «aburridos y esperando noticias»
La dueña de las cabras, Catalina, tira de un carretillo a la puerta de su vivienda en Mámoles
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J. A. GARCÍA. Mámoles.- El matrimonio de avanzada edad de la pequeña localidad sayaguesa de Mámoles, Edelio Fontanillo y Catalina, viven sumidos en un visible desaliento desde que les robaron toda la cabaña de caprino, dejándoles únicamente «un machico» que, por suerte, resguardaban en una tenada próxima a la vivienda.
Toda una trayectoria de convivencia con el ganado y de andar libres por el campo -que ha sido el ejercicio de su vida- fue cortada en seco en la pasada noche del 2 al 3 de noviembre. Esa luna, unos cuatreros se acercaron a la cañiza donde pernoctaban catorce cabras y cargaron con todos los animales domésticos. «Mi mujer está muy disgustada. Desde aquel día da unos gritos muy fuertes por el pueblo. Hasta quieren consolarla pero ha sentido mucho el robo» expresa su marido, no menos afectado por una sustracción que les ha dejado sin la principal ocupación y sumidos, a ambos, «en el aburrimiento».
Consideran que el delito fue cometido en noche cerrada y bien avanzadas la horas porque «nos metemos a dormir a eso de la una de la mañana». Antes de esa hora los infortunados no notaron ninguna presencia extraña por el lugar que hiciera temer la rapiña.
El desaguisado fue descubierto por la mañana «cuando fuimos a ordeñar las cabras y vimos que la puerta de la majada estaba abierta» comenta Edelio Fontanillos. Rápidamente iniciaron una azarosa búsqueda por la zona que dio por resultado el hallazgo «del atadijo de la puerta -unas cuerdas- cortado y tirado lejos de las cancillas como si hubieran dicho: ahí os queda eso». Su desazón es mayor si cabe porque, salvo algunas mixtas, la mayoría de las cabras eran de pura raza «granadina», muy especial para el matrimonio.
La pérdida es mayúscula «porque nos daban mucho alimentos: la leche que tomábamos y además hacíamos el queso para la casa».
Quienes perpetraron el asalto lo hicieron con osadía porque las cancillas «se hallan a sólo unos 140 metros de las casas». No obstante aprovecharon las posibilidades de una localidad marcada por la despoblación y radicada en los confines del arribanzo del Duero.
Utilizaron para la operación un vehículo «no descubierto porque, de lo contrario, las cabras berran y se hubieran oído». Para Fontanillo lo apropiado para el caso era un furgón. En el lugar quedaron, no obstante, las huellas de las ruedas del vehículo en el que presuntamente transportaron los animales a un destino todavía desconocido pero sospechado.
Edelio Fontanillos tiene la espina clavada porque en días previos «unos espías andaban por aquí. Eran gente que no me gustaba. Anduvieron entrevistándonos si queríamos vender un macho cabrío para un amigo, y también si conocíamos a alguien que quisiera vender alguna cabra».
Los despojados están convencidos de que sus apreciados animales están al otro lado del Duero, en Portugal, a donde fueron conducidos, en su criterio, vía Torregamones y Mirando do Douro, después de haber marchado a altas horas de la noche por la poco transitada carretera que une Mámoles con Fariza y Badilla, para luego conectar con la vía que traspasa al país vecino.
Sin el hatajo de animales que les ocupaba o les entretenía durante todo el día, y al que ellos dedicaban las múltiples faenas que requieren la atención del ganado, tales como sacarlos a pastar a diario, recoger hierba y bellotas para alimentarlos durante el invierno, y cuidarlos y sentirlos como un patrimonio propio y vital, sin animales, su vida pasa por un extraño vacío.
«La mujer está todo el día esperando noticias porque está igual que cuando a alguien le falta una persona. Es una mujer que pasaba muchas horas en el campo con el ganado» afirma el marido.
Hasta el pequeño perro que siempre acompaña a Catalina, "Perico", parece sentirse abatido por la pérdida. Ayer deambulaba por la portalada de la vivienda y por los huertos aledaños, incluso vagaba por las calles del pueblo como desconcertado por no hallarse en su ambiente y en su sitio: en el campo, con su ama, y al tito de las cabras. «No hace más que mirar a ver si encuentra las cabras» dice Fontanillo. «Es un perro que siempre va conmigo» expresó ayer Catalina, sumida en los quehaceres domésticos a falta de reses que atender. Entre otros asuntos, que no lograban sosegarle ni quitarle de la cabeza lo sucedido, la recogida de leña y el tirar de un carretillo.
Edelio Fontanillo salió de buena mañana a recoger bellotas, que en estas fechas es una de las tareas que ocupan al personal de Mámoles, que cuenta con un importante número de encinas repartidas por una y otra parte. «También las trueca por cebada para los animales» afirma un vecino.
El caso ha sido puesto en conocimiento de la Guardia Civil que sigue en la pesquisa, con especial interés en el territorio lusitano.
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